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El Suicida Accidental ( 2 )
Oriol Navarro Pàmies
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..Su muñeca no paraba de sangrar. Presionaba con fuerza con la mano derecha pero la sangre salía a borbotones por todas partes como en una presa que ya no podía contener mas el agua, la sangre salía y salía dejando sobre el suelo blanco un círculo rojo oscuro que le rodeaba como apresándolo. Por un momento dejó de presionar la herida, se dio media vuelta y alargó el brazo para agarrar el rollo de papel higiénico colgado en la pared, tiró con fuerza y varios metros de rollo amarillo se extendieron a su lado, con otro tirón lo arrancó del resto del cilindro y empezó a enrollárselo en la muñeca. Aquello era una chapuza! Pensó en cuento inició su maniobra. A cada vuelta que daba la sangre traspasaba el papel a una velocidad mucho mayor a la que el podía improvisar su ridículo vendaje. Desquiciado, arrancó el papel con un fuerte tirón y entonces, de su muñeca ya desnuda saltó un chorro de sangre arterial, casi negro, que dibujo en diagonal una línea de muerte sobre el espejo que había ante él. Alzó la vista y se miró a los ojos, su cara era la cara de un muerto; mejillas pálidas, frente pálida, labios pálidos y mirada perdida, ausente, sin rastro de vida si no fuera por las lágrimas que ahora brotaban de miedo por ambos lados de su nariz.

Tengo que vivir! Dijo con un hilo de voz, como contándoselo a aquel desconocido del espejo. Se agarró con fuerza la muñeca sangrante y comenzó a caminar; primero por el pasillo dejó un rastro de pequeños puntos rojos en el suelo, después, al cruzar el comedor, ya era una línea sangrante y continua, y al llegar a la entrada, una franja de varios centímetros de grosor negro y pegajoso. Abrió la puerta que daba a la escalera del edificio y sin pensarlo más entro en el ascensor y presionó el botón de bajada. Pero, porque no he llamado a la puerta de algún vecino?, se dijo en cuanto el ascensor empezó a moverse. Porque no he gritado como un loco en cuanto salí de casa?!! Cualquier vecino hubiese echado un vistazo por curiosidad y al ver esta carnicería ya estaría llamando a una ambulancia!!!… bueno, eso ya no importa! Ya no puedo hacer mas que salir a la calle y gritar como un condenado a muerte; Por favor, ayúdenme!!!.

Con solo veinte años, y su segundo intento de suicidio! Pensaría la gente que lo conocía, y la que no, en cuanto saliese a la calle y la noticia corriese veloz como la mecha encendida de un cartucho de miedo. Pero lo que ni su familia, ni sus amigos, ni su psiquiatra sabían; lo que nadie sabría jamas, es que el primer intento se remontaba en realidad a muchos años atrás, siete u ocho si mal no recordaba. Un viernes por la tarde en el que estando solo en casa de su abuela, pues por motivos de trabajo sus padres lo dejaban cada tarde con ella, y mas de una vez esta mujer lo había dejado solo para atender asuntos que no vienen al caso, se le ocurrió, por primera vez y sin motivo ni razón aparente, encerrarse en la cocina, abrir el conducto del gas, y tumbarse sobre el suelo como quien disfruta de una agradable siesta. Unos cuantos minutos después la peste a gas que infestaba el reducido ambiente de la cocina le hizo ponerse de pie y tambaleándose medio sonámbulo giró hacia la izquierda, con su pequeña mano de niño de doce o trece años, el mando de la cocina hasta que el suave susurro del gas saliendo por los fogones dejo de escucharse. Cuando una media hora después su abuela llegó a casa, se lo encontró sentado en la gran butaca roja del comedor con los pies colgando sin tocar suelo, los ojos bien abiertos ante sus dibujos animados preferidos, y la boca manchada del chocolate que había robado, subiéndose a una silla, del armario mas alto donde su abuela lo escondía cuando creía que ya tenía suficiente. La mujer no pudo contener la risa al verlo de aquella manera, intentando ocultar lo que las manchas de su boca explicaban por si solas, le limpio el chocolate de la boca con una servilleta y lo abrazó contra su pecho mientras lo besaba en el cabello. Pensó que debía aprovechar el tiempo, pues pocos años le quedaban a su nieto de cándida y ensimismada inocencia infantil. A partir de entonces nunca mas volvió a dejarlo solo.

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